Pelagia

Mares y seres marinos

...una gota en el ciberocéano

30.1.06

Tiburón boquiancho número 34

Su nombre científico es Megachasma pelagios (un tocayo de pelagia). Este es un pez que mide cinco metros o más, puede pesar una tonelada y se encuentra por casi todo el mundo. El caso es que se encuentra poco. Tan poco que hasta el momento sólo se han identificado 34 de ellos. El último ha aparecido en Bayawan (Filipinas). Quedó atrapado en unas redes y, aunque lo intentaron liberar, murió antes de que lo consiguieran. Centenares de personas se congregaron en el paseo marítimo de la ciudad para contemplar la insólita pesca.

Boquiancho no. 6 (foto: Tom Haight)


El primer tiburón boquiancho reconocido como tal apareció enredado en el ancla flotante de un navío de la armada estadounidense en aguas de Hawai. Eso fue en 1976. El segundo no llegó hasta 1984 en California, el tercero en 1988 en Australia y un cuarto apareció en Japón en 1989. Desde entonces hasta la fecha, contando el último de Bayawan, han sido hallados 30 más. Aquí puede verse una tabla completa y aquí un relato de los hallazgos.

Localización de los hallazgos de Megachasma pelagios (falta el último)


El boquiancho no es precisamente un feroz depredador: sus dientes diminutos, sus aletas blandas y su constitución algo fláccida y poco vigorosa así lo evidencian. Se alimenta de plancton, como otros dos grandes tiburones, el tiburón ballena y el tiburón peregrino, aunque parece ser más pasivo que ellos. Vive en mar abierto flotando ingrávido a profundidades medias gracias al elevado contenido oleoso de su enorme hígado. Se cree que realiza migraciones verticales diarias siguiendo los desplazamientos del plancton. En 1997 se pudo seguir a un ejemplar (el sexto) por telemetría durante dos días, comprobándose que se desplazaba entre los 150m (de día) y los 17m (de noche).
No se ha visto a ninguno comiendo, pero por las observaciones anatómicas se supone que para alimentarse nada con la boca abierta por entre los bancos, por ejemplo, de krill, luego cierra la boca y expulsa el agua por las hendiduras branquiales.
Casi toda la información disponible sobre este enigmático tiburón puede consultarse aquí.








Boquiancho no. 31
(foto:Shih-Chu Yang)


Boquiancho no. 23 (uno pequeño) (foto: Ton&Marjan Lumba lumba)

25.1.06

Peces minúsculos


Una nueva especie de pez descubierta en Sumatra ha sido presentada como el pez más pequeño que se conoce. Aunque no se trate de un animal marino, bien podemos mencionarlo aquí. La especie ha recibido el nombre de Paedocypris progenetica y se trata de un pez ciprínido que vive en zonas cenagosas de la selva en aguas particularmente ácidas. El menor de los ejemplares adultos recolectados es una hembra de sólo 7,9mm de longitud. Los machos presentan unas aletas pélvicas muy modificadas con la musculatura hipertorfiada, como para sujetar, lo que podría indicar que practican un modo de reproducción peculiar.

De todos modos tendrá que disputarse su título con otro "pez más pequeño del mundo", éste sí marino, descubierto en 2004. Se trata de Schindleria brevipinguis, un habitante de la Gran Barrera de Arrecifes australiana. En esta especie los machos tienen una longitud media de 7,7mm y las hembras de 8,4mm, con un peso de 1mg. Su vida dura unos dos meses y los adultos presentan varios caracteres neoténicos, es decir propios de estadios juveniles, como la falta de dientes, de escamas y de pigmento excepto en los ojos. Algo parecido sucede con Paedocypris -cuyo nombre vendría a significar "carpa infantil"-.
Hasta 2004 "el pez más pequeño del mundo" era un gobio indopacífico llamado Trimmatom nanus de entre 8 y 10mm, habitante de paredes rocosas.

Schindleria brevipinguis











16.1.06

Sorpresa: abundantes celacantos en Tanzania

Hasta hace tres años el celacanto era desconocido en Tanzania. El primer ejemplar de que se tiene noticia cayó en las redes de unos pescadores de la isla de Songa Mnara en septiembre de 2003. Apenas un año después, en agosto de 2004, se confirmaba su presencia en aguas tanzanas con la captura de otros dos ejemplares en la región de Tanga. Desde entonces, al menos otros veinte celacantos (!) han caído en las redes de pesca en las costas de aquel país. Si tenemos en cuenta que hasta el momento sólo se tenían registradas 200 capturas de esta especie en todo el mundo, veremos la importancia de la cifra. Latimeria chalumnae

Hay que reconocer que el celacanto es un pez con carisma. Desde su descubrimiento no ha dejado de despertar interés y de llamar la atención. No en vano pertenece a una estirpe diferente a la de la mayoría de los peces óseos, como lo prueba su peculiar anatomía. Esa estirpe entronca con la bifurcación evolutiva que dio lugar a los vertebrados tetrápodos, capaces de caminar en tierra firme, entre los cuales nos encontramos. El celacanto que conocemos no camina en tierra firme, sino que nada libremente, pero posee dos pares de aletas que realmente semejan pequeñas patas (véase la foto). Esta peculiaridad ha dado nombre al grupo zoológico al pertenece: Sarcopterigios, que quiere decir "aletas carnosas".
Los Sarcopterigios se estudiaban desde el siglo XIX gracias a las formas fósiles, aunque se consideraban extintos, ya que no se conocía ninguna especie viviente. De ahí que cuando en 1938 se halló por primera vez un celacanto en aguas surafricanas causó sensación en el mundo zoológico -algo parecido a lo que pasaría si se encontrara un trilobites vivo deambulando por ahí. Recibió el nombre científico de Latimeria chalumnae y se ganó el apelativo de "fósil viviente". El segundo ejemplar tardó aún otros 14 años en aparecer. Lo hizo en las islas Comores. En realidad, aunque la ciencia lo ignoraba, ese pez era un viejo conocido para los pescadores locales, que lo capturaban de vez en cuando con sus aparejos. No se trata precisamente de un animal pequeño. Los de tamaño corriente miden 1,60m y pesan unos 70kg.
En las décadas siguientes fueron apareciendo más ejemplares en las Comores, se vio que en ese archipiélago se encontraba el principal centro de población y se empezó a conocer la biología de la especie.
Al parecer tienen un metabolismo muy lento y son bastante letárgicos. Viven donde la costa es rocosa y escarpada. Pasan el día en cuevas volcánicas sumergidas, a entre 100m y 300m de profundidad. Se han visto hasta 14 ejemplares en la misma cueva. De noche se alimentan de peces y calamares que buscan derivando pasivamente sobre el fondo con ligeros movimientos de las aletas. Vuelven a la cueva más próxima antes del amanecer. Se piensa que pueden vivir más de 80 años.
Una nueva noticia sensacional llegó en 1997, cuando se descubrió un celacanto en un mercado local en la isla de Célebes, Indonesia a 10,000 km de las Comores. Pronto apareció un segundo ejemplar. Resultaron pertenecer a una especie distinta, que se llamó Latimeria menadoensis. La "leyenda" del celacanto seguía creciendo.
Latimeria menadoensis (foto: Mark Erdmann)

No menos sorpresa ha provocado la abrupta aparición del venerable pez en Tanzania en número tan elevado. La satisfacción por haber dado con una nueva población (de L. chalumnae en este caso), se mezcla con la preocupación por su futuro al ritmo que se está destruyendo. Curiosamente los celacantos aparecen en redes dispuestas a poca profundidad para pescar tiburones. Los conservacionistas tanzanos creen que todo ello tiene que ver con la reciente aparición de arrastreros de fondo en la zona y han reclamado medidas al gobierno.

10.1.06

Invasión de medusas gigantes

Esta interesante foto ha aparecido publicada en Pharyngula. Se trata de un buceador marcando a una medusa gigante en el mar de Japón. La marca lleva un sensor que transmitirá vía satélite datos de profundidad y temperatura.
La medusa pertenece a la especie Stomolophus nomurai, que puede alcanzar 2m de diámetro y hasta 200kg de peso. Un coloso entre los cnidarios ciertamente espectacular.
Los japoneses llaman a esta medusa "echizen kurage", nombre que últimamente ha dado bastante que hablar en aquel país. Su presencia en grandes cantidades está causando graves problemas a la industria pesquera, pues se enmallan en las redes, estropean las capturas e impiden la pesca, hasta el punto de que el norte de Honshu se han suspendido las pesquerías en plena temporada del salmón. Un problema no menor es que la picadura de esta medusa puede llegar a causar la muerte.
Este animal no era un desconocido en la zona, y ya había aumentado mucho su presencia a partir de 2002, pero este año ha aparecido mucho antes de lo habitual y en cantidades exorbitantes, de forma que si antes su presencia se limitaba a las costas del mar de Japón -el mar interior que separa el archipiélago japonés del continente asiático- ahora ya han llegado a las costas orientales del país, en el océano Pacífico.
Una de las varias causas de este aumento en la población de medusas podría ser la sobrepesca. Los peces planctívoros son competidores de las medusas adultas y depredadores de sus larvas. La desaparición de los peces, por lo tanto, favorece claramente la proliferación de medusas. Se cree que el aumento de las temperaturas también puede haber influido, aunque este aspecto se desconoce en gran parte.
En Japón algunos ya saben que hacer con ellas: comérselas. Una industria las prepara secas y saladas.

1.1.06

El retorno de los mejillones

Hace más o menos mil años, exploradores escandinavos procedentes de Islandia arribaron a una tierra que no conocían. Era una gran isla y, a causa de los tupidos bosques que cubrían sus laderas, la llamaron Groenlandia, es decir "tierra verde". Groenlandia aún se llama así, pero ese verde ya no existe. Coronada por un descomunal casquete de hielo, la isla debería llamarse, acaso, "tierra blanca".
¿Cómo puede ser que en lugar del ameno verdor que había en el siglo X ahora se encuentre un desierto helado? Sólo hay una explicación: el clima de entonces era más cálido que el de ahora. Se trata de uno de los conocidos episodios de oscilaciones climáticas de la Tierra que, en este caso, recibe el nombre de período cálido medieval, el cual está bien documentado en Europa en esa época.
Los exploradores escandinavos no fueron los únicos que se beneficiaron de las temperaturas benignas. Por ejemplo, en las islas Svalbard, a 75ºN de latitud en pleno océano Ártico, prosperaban los mejillones comunes.
Ahora bien, el mejillón es un molusco esencialmente cosmopolita, consumido con afición prácticamente en todo el mundo, producido en grandes cantidades y abundante por doquier. ¿Tan raro es que viviera en esas islas hace mil años? Puede que sí y puede que no. Veamos por qué.
El caso es que el mejillón se daba por desaparecido en Svalbard desde hace diez siglos, hasta que en 2004 se halló una población de este molusco que había sido capaz de soportar el invierno ártico. Este hecho es lo suficientemente llamativo como para requerir una explicación. Con todos estos datos en la mano la explicación parece clara: el calentamiento global ha provocado un aumento de la temperatura en las aguas del Ártico que ha permitido su recolonización por parte de larvas de mejillón aportadas por corrientes cálidas procedentes del sur.
El asunto causó sorpresa entre los investigadores que trabajan en Barrow (Alaska), en el Ártico a 70ºN, pues los mejillones abundan allí. Si bien entre Barrow y las Svalbard existe una diferencia de cinco grados de latitud, la temperatura del agua en invierno es muy parecida, como se ve en el mapa aquí adjunto.
Revisando antiguos registros comprobaron que los mejillones, ahora frecuentes en el norte de Alaska, estaban ausentes en las décadas de 1940 y 1950, lo cual podría confirmar el calentamiento como causa de su presencia. Sin embargo, los estudios de campo de esos mismos investigadores han encontrado que los mejillones no son particularmente sensibles al frío y que pueden vivir bien en las condiciones propias del Ártico. Es más, han hallado pruebas fósiles de que los mejillones se encuentran presentes en Alaska y Canadá desde hace tres millones de años "soportando el frío".¿Qué ocurre entonces con los mejillones? ¿A qué obedecen estas desapariciones y reapariciones?
Quizás el asunto no tenga tanto que ver con las oscilaciones de temperatura como con el modo de vida del mejillón. Ésta es una especie esencialmente oportunista. Una especie que tolera un amplio margen de variaciones ambientales y que, por lo tanto, es capaz de ocupar rápidamente el espacio que queda libre cuando los cambios ambientales se hacen excesivos para las especies más exigentes y estables. Si más tarde las condiciones vuelven a estabilizarse, el mejillón perderá terreno con respecto a esas otras especies y quedará recluido en las escasas zonas donde las condiciones son más variables, como los estuarios y lagunas costeras. Eso explicaría las apariciones y desapariciones repentinas mejor que las oscilaciones de temperatura.
Algo sí parece claro: si ahora hay mejillones donde antes no los había es porque el ecosistema, de un modo u otro, se ha degradado. En cualquier caso, mala noticia para las Svalbard.